
javier brusco / fotoperiodismo / reportero gráfico


/intento de suicidio
Miércoles 8 de marzo de 2006, día Internacional de la Mujer.
Luján es una muchachita más, caminando anónima entre la gente. Tiene el pelo muy negro y muy largo. Una remerita, una bolsa y un pantalón deportivo de color rojo. Luján se interna hasta el mismísimo corazón de la Plaza San Martín. Nadie la nota, ella sigue anónima. Se trepa despacito a la estatua que se supone del prócer en cuestión, aunque por esos errores de los hombres, sea en realidad la de Bernardo O'Higgins. A ella nada de eso le importa, claro.
El sol está bien alto y pega fuerte. Nadie la ve, hasta que Luján se monta en el lomo de metal, se sacude, grita. Y deja de ser anónima por un par de horas. Su reclamo es simple. Simple y dramático: quiere que la dejen ver a su hijita de 4 años, a la que la Justicia internó en un instituto de menores.
Llegan los curiosos, los medios, la policía y los bomberos. Uno de ellos la distrae, la alcanza y la salva.
Al otro día, a la misma hora y en el mismo lugar, Luján vuelve a lanzar el mismo grito desde la misma altura.
Otra vez las cámaras. Y la muchachita que ya no es anónima. El mismo bombero, otra vez, trata de llegar hasta esa mujer que amenaza con saltar a la muerte por su hija. No la alcanza con palabras, pero sí con astucia.
La abraza. La salva. Yo sabía que no me iba a morir, porque vos no me ibas a dejar caer, le dice ella.
El sol sigue pegando fuerte. Luján se baja. La internan en un neuropsiquiátrico.
Y vuelve a ser anónima; otra vez.



















